La bata de las abuelas en verano: tradición, frescura y hogar andaluz

Cuando el calor aprieta en Andalucía, aparece ella: la bata. Fiel compañera de las abuelas y reina indiscutible del hogar durante el verano, se presenta ligera, fresca y sencilla, siempre a mano, siempre lista, como si supiera que su momento está por llegar. No es una prenda cualquiera, sino historia viva, parte de la cultura del sur, hecha de tela que huele a potaje, a colonia Nenuco, a patio con geranios. Es esa presencia discreta pero constante, que acompaña las rutinas del día a día sin necesidad de destacar, porque su valor está en la cercanía.

Suele estar hecha de algodón o viscosa, con estampados florales, cuadros o algún dibujo alegre que le da ese aire hogareño tan característico. Tiene bolsillos grandes, botones o cremallera, y sobre todo, comodidad. La bata no aprieta ni estorba; permite moverse con libertad, subir persianas, fregar el suelo, regar las plantas, hacer croquetas o llamar al vecino desde el balcón. Es uniforme, refugio, costumbre. La de la mañana no es la misma que la de la tarde, y siempre hay una más buena por si llega visita, esa que se guarda con mimo, esperando la ocasión especial.

La bata de las abuelas en verano 

Se compra en mercadillos, en tiendas del barrio, o incluso se hereda, como si pasara de generación en generación junto con las historias familiares. Algunas se hacen en casa, con hilo, aguja y paciencia infinita. Cada bata tiene una historia propia, con manchas de lejía que hablan de limpieza y esfuerzo, dobladillos cosidos a mano, olores que no se van: a lavanda, a café, a hogar. La bata es fresca, pero también firme; no se arruga con el tiempo, igual que ellas, las abuelas, sabias, fuertes y dignas. En verano son una estampa imborrable, sentadas al fresco, con la bata abierta por el calor, el abanico en la mano y la conversación puesta en la vida que pasa.

Hoy algunos la ven como cosa del pasado, y otros la imitan como si fuera moda, pero para quien ha crecido con ella, la bata no es una tendencia: es símbolo. De cariño, de constancia, de cuidado. No necesita estar de moda porque nunca se fue; vive en los recuerdos, en las fotos viejas, en cada verano de infancia. La bata no grita ni presume, pero está ahí, como un abrazo suave, como una canción bajita, como un lugar seguro. Es una forma de estar en el mundo, con frescura, con ternura y con dignidad. Y mientras haya patios, veranos y abuelas, siempre habrá batas.