El tiempo.
Ese viejo compañero que nunca se detiene, ni siquiera frente a la ría cuando el sol cae sobre Huelva y el cielo se tiñe de naranja.
Parece que aquí el tiempo camina distinto —más lento, más amable—, pero aun así se nos escapa igual.
Dicen que el tiempo pone todo en su sitio, aunque a veces también se lleva por delante risas, charlas eternas en una terraza del centro, o esos paseos por la playa de Punta Umbría que prometíamos repetir “la semana que viene”.
Y un día, sin darte cuenta, los niños han crecido, los amigos ya no tienen tanto tiempo, y tú sigues corriendo detrás de un reloj que nunca afloja.
Pero quizá la vida no esté en llegar, sino en detenerse.
En saborear un café frente al mar, en mirar las marismas cuando cae la tarde, en dejar que el viento te despeine sin preocuparte por nada más.
Porque el tiempo no avisa, solo pasa.
Y cuando mires atrás, ojalá descubras que entre tanto reloj y tanta prisa, supiste parar un poco…
y disfrutar del instante, justo aquí, en Huelva.


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