
Cuando el Papa muere o renuncia, los cardenales de la Iglesia Católica se reúnen en el Vaticano para elegir a su sucesor en una ceremonia llamada Cónclave. Solo pueden votar los cardenales menores de 80 años, y el proceso ocurre en la famosa Capilla Sixtina. Votan en secreto hasta que uno de ellos consiga dos tercios de los votos. Cuando eso pasa, sale humo blanco por una chimenea especial y el mundo sabe: ¡tenemos nuevo Papa!
El Cónclave es súper privado. De hecho, la palabra significa “con llave” porque nadie puede entrar o salir ni comunicarse con el exterior. Todo se hace sin móviles ni internet para evitar filtraciones. Así se asegura que los cardenales elijan con libertad y sin presión.
Después de aceptar el cargo, el nuevo Papa elige su nombre (como Francisco o Juan Pablo) y aparece por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro. Desde ahí, el Habemus Papam («Tenemos Papa») se anuncia al mundo. Es un momento lleno de emoción que millones siguen en directo. Esta elección no solo importa a los católicos: también tiene impacto global.
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